Un puñado de sensaciones, imágenes, fantasías, deseos. Están hechos de aire. Bucean en los pensamientos. Alertan el insomnio. Desbocan la ansiedad. Cuando se corporizan, se los palpa, los sueños se visten de realidad y desparraman la alegría que está agazapada detrás del esfuerzo esperando su oportunidad.
En el Salón Dorado del Teatro Colón, las quimeras de unos y de otros le dieron la mano a la felicidad. Los contratiempos quedaron en el camino. Tres de 11 jóvenes pianistas amasaron la dicha por las ilusiones cumplidas. Los adultos celebraron haber llegado a buen puerto con este primer Concurso Internacional de Piano de Tucumán, que echaron a caminar en febrero pasado Catalina Lonac, mentora de la Universidad San Pablo T, y Mauricio Guzman, presidente del Ente de Cultura de la provincia. En el mediodía del lunes, el piano Yamaha les dio la bienvenida a Dmytro Choni (Ucrania), Sergio Escalera Soria (Bolivia) y Sung Hyun Cho (Corea del Sur), el vencedor del certamen y sus dos escoltas.
“Es un proyecto que vino para quedarse. Estos pianistas no podían irse sin tocar en este teatro”, afirmó Guzman en la breve presentación. A su turno, Lonac recordó que la génesis del concurso meses atrás en febrero, cuando el pianista croata Goran Filipec, presidente del jurado que intervino en la competencia, les lanzó la idea cuando vino a Tucumán a despertar los duendes de Piotr Ilich Tchaikovsky.
“Pensábamos hacerlo cada cuatro años, pero ahora estamos barajando la idea de que sea nuevamente dentro de tres años. Este concurso es un sueño de los tucumanos que se hizo argentino”, sostuvo Lonac. Tras las palabras, la música se abrió paso.
Los intérpretes
Escalera Soria, segundo premio con mención de honor, se zambulló en el teclado alborotando ancestros flamencos y ecos del cante jondo en la Fantasía Bética, de Manuel de Falla. Con gracejo se impregnó del aroma español. Entre veloces arpegios y expresivos glissandos, fue desvistiendo el alma de creador de El amor brujo, que dedicó esta pieza a Arthur Rubinstein, quien la estrenó en 1920.
Luego, el crédito artístico nacido en Cochabamba, galardonado en Boston y Lausana, desenterró los fantasmas de Frédéric Chopin. Tragedia, amor, recogimiento, resignación y muerte, caminaron, corrieron con urgencia por sus dedos. En ese Si bemol menor latieron con fuerza las vicisitudes de un corazón polaco.
Sung Hyun Cho abrió las puertas de la pasión de la Fantasía en Do mayor. Con potencia arrolladora, el intérprete fue conquistando el mundo de Robert Schumann, habitado por la dicha, la desventura y la poesía. Después puso el norte de su sensibilidad en el La menor, del estudio Nº 11 de Chopin, donde mostró su destreza digital y musical.
Choni desató los pájaros de la breve Sonata en Mi mayor, de Joseph Haydn, que expresó con refinamiento y musicalidad. El romanticismo bulló en las dos piezas de Schubert que recreó Franz Liszt. En la Suite de Danzas Criollas, op. 15, del argentino Alberto Ginastera, el joven ucraniano de 23 años, lució su dominio del teclado, su expresividad para crear mágicos silencios y contrastes sonoros, en los que se abrazan la calidez y la violencia. Así demostró por qué obtuvo también el premio Homenaje a Ginastera. Una performance brillante que se coronó en un bis dedicado a una pieza del rumano György Sándor Ligeti.
La música celebró con este puñado de jóvenes que le ofrendaron en Tucumán y en el Teatro Colón su talento y corazón.
PUNTO DE VISTA
Un salto cualitativo
MAURICIO GUZMAN / Presidente del Ente Cultural de Tucumán
Llegamos al final de este proyecto que nace a comienzos de año como parte de la motivación que nos dejó la alegría de trabajar para el bicentenario y creo que ha sido histórico. Yo recuerdo en Tucumán, hace muchísimos años, el concurso Jean Contantinescu que organizamos alumnos de la escuela de Música y del Conservatorio de la Provincia, Me acuerdo como hoy cuando en ese tórrido verano tucumano iban hacia el teatro tucumano Celia Bronstein, Miguel Ángel Estrella y un par de pianistas más y las pruebas se hicieron en el teatro San Martín. Este fue el último concurso que yo recuerde que se hizo en Tucumán.
Desde ahí a esto, hay un salto cualitativo tan grande que me parece un sueño haber podido concretar, antes como músico que como funcionario. Y lo hicimos en esta asociación que concretamos con la doctora Catalina Lonac, que puso todo su entusiasmo y fuerza; ha sido un poco generadora de la idea y pudimos trabajar juntos.
La idea es que a partir de acá, se nos ha disparado una serie de cosas que vamos a ver en los próximos días; tenemos que hacer un balance, ya que hubo cosas que se pudieron haber hecho mejor y otras salieron bien. Entonces tenemos que aprender de esta primera experiencia, porque ya estamos pensando en un próximo concurso.